Hace pocos días, me dí cuenta de cuan doloroso podía llegar a ser, experimentar el sentimiento de empatía.
En aquel momento me vi tan abrumada, tan abochornada y dolida....que sentí el esfuerzo que le exigía al aire entrar en mis pulmones, y cómo se arremolinaba en mi caja torácica, asfixiándome como puños cerrados con rabia entorno ami tráquea.
Después llegó el frío que recorrió como una fina película gélida todo mi cuerpo, la rigidez existente en los músculos, la tensión de los tendones, y la brillante humedad de las aguas del alma acechando impacientes bajo los párpados caídos. Seguidamente percibí la tibieza que adivinaba la llegada del estallido de cólera impulsado con violencia por la inequívoca impotencia.
Ese tibio sentimiento en crescendo, derritió la frágil coraza de hielo que, hasta entonces, había procurado mantener sólida y fría. Esto me hizo pensar que:
Los sentimientos son agua...solo agua sazonada, guardada celosamente en nuestro interior, aguas que forman el mar y la marea de los sentimientos que llevamos dentro.
Esta marea tan especial, tiene de usual que, sus aguas no siempre están reposadas. en ocasiones hay marea alta, las aguas suben su nivel; y es en este momento, cuando nuestras más sentidas emociones, gozos, esperanzas de sueños, y deseos frustrados o imposibles, hacen manifiesto de su existencia, y afloran a modo de pequeñas perlas de cristal líquido, la condensación del sentimiento.
De igual modo, podemos experimentar una marea baja, y ver como nuestro tacto y sensibilidad se endurece, notamos entonces como "las aguas" se alejan de la playa. Te asombras de tu marea baja, y de cómo en otras circunstancias, hubo habido acontecimientos que hubiesen arrebatado de ti una lágrima, una pequeña, pero sincera perla de cristal líquido.
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